16.2.08

Sur o no sur


Los dos veces que volví Buenos Aires me recibió con una lluvia cual metáfora de purificación. Sin embargo no se para quien seria la purificación porque hace años que vuelvo y cada vez es peor. Más olor a mierda, más pobreza, más suciedad, más edificios, más ruido, más caras largas. No se que hago acá en esta ciudad que antaño me recibía de brazos abiertos y que tanto amé, que tanta reverencia le hacia a su nombre y hoy solo es una pobre sombra de lo que fue, como el tango que bailan los gringos que apenas saben hablar el español, sin alma, sin deseo, sin pena y claro tampoco gloria ni pasión.
Kilómetros de Pampa y Patagonia, rutas al sur, devorando líneas amarillas en espacios negros manchados por saltitos blancos. Tanto silencio en libertad y también tanta angustia perdida entre sus tierras fértiles y tan áridas, llenas de paisanos amigos del tiempo mucho más lento a pasos de caracol o tortuga. Y una rotonda y otra, después la bifurcación y otra vez una recta al fondo hasta los Andes, custodiados por un águila acaso guerra que alta se eleva en vuelo triunfal. Luego el aire y la sencillez del fuego y las carnes braseadas, las mujeres que saludan al pasar y sonríen. Así hasta los espejos del cielo fríos en su lecho volcánico y de hielo derretido hace siglos, donde las piedras como único testigo dan fe en su soberbia dejándose seducir lentamente por las aguas que les hacen el amor en cada rincón de su alma mineral. Igual que el viento que baila en secreto con los árboles y trae rumores lejanos sobre una gran metrópoli que todo lo devora e incendia y cubre de cemento. Pero todavía no llega así que vuelve la calma y tras de ella la noche se desploma sin aviso sin presentaciones, en una fría manta azul oscuro donde las estrellas se amontonan para corromper al sueño de los que no ven duendes ni hadas ni ya no creen en nada. Por que a pesar de todo allí están.
Así que mientras conservo la tierra en los zapatos y los ojos cerrados me pregunto que hago acá donde el único dragón posible lleva un 60 en la frente y llega a Tigre y ruge en humo y calor de asfalto y brea de a saltitos por el empedrado y bañándose en aguas estancadas.
Ahora se, yo que volví, que no volví del todo.